7 de octubre de 2014

Gatas



Cuando llegábamos de la casa de la civilización a la del jardín de Efi y me encontraba con Pulguerín, siempre me recibía contenta.

Los dos nos alegrábamos de volver a vernos.
 Yo ya hacía un año que estaba de ocupa de Efita cuando Pulgui llegó a casa de Carmen, tal día como hoy hace 7 años. Tendría un mes y medio, así que me conoce desde chiquitina y siempre hemos sido amigos.

A medida que fue creciendo le cambió un poco el carácter y fue haciéndose algo gruñona, pero seguíamos llevándonos bien. Ahora...ahora,
¡Es una petarda!

 ¡¡ Me pega, me da horror verla!!
 Cada vez que pasa a mi lado me gruñe, y si puede me da un tortazo.
A Renato le gruñe más aún, y también se ha atrevido a zurrarle.
 Y a mi madre también le gruñe y la ha mordido varias veces.
Conste que ella, mi madre, ha sido la peor parada de todos. Aunque esos ataques fuertes, fueron antes del verano, ahora Pulgui, se controla más.
 Recordaréis que Pulguerín ha vivido unos meses sola, que una vecina le traía la comida y consiguió que se dejara acariciar, un poquito.

 Pues desde que hemos venido se ha mudado a nuestro cabañón, donde duerme por las noches.
Buena parte del día lo pasa con nosotros en el jardín, aquí la convivenvia es bastante buena.
(solemos estar como veis, lo que se dice "aplatanaos")
  En casa entra y sale continuamente, pero ya ha llegado el otoño y el tiempo está más fresco, eso quiere decir que no hacemos tanta vida afuera y la puerta de la casa ya no está siempre abierta.

Hace unos días, llovió toda la tarde y la pasamos dentro de casa los tres.
Renato más o menos tranquilo, como siempre. Pulgui se agobió un poco-bastante. Y yo, mucho-muchísimo.
 Estuve toda la tarde andando por casa como a cámara lenta, por el miedo que me daba verla y sobretodo oírla, y para intentar  pasar desapercibido ante semejante: ¡energúmeno de gata!
 Pues bien, no digo yo que fuera debido a la tensión que pasé esa tarde pero... a los dos días tuve una cistitis. Mi madre se dio cuenta de que empezaba a hacer pis muy seguido y muy poquito, y bajamos al veterinario: Cistitis idiopática. Por fortuna esa misma tarde se me normalizaron los pises, pero aún sigo tomando medicina y el pienso especial (urinary stress).
 No le echo la culpa a ella, noooo...aunque lo pienso.


 Creo que estos meses han debido de ser muy duros para Pulgui, sola en casa y con varios gatos por los alrededores que la persiguen y pegan. Quizás sea por eso por lo que está tan gruñona o quizás lo haya aprendido de su madre (la he empezado a llamar Carmencita o Pulguerín Facio, así decía Carmen que la llamaban a ella: Carmen Facio).

  Pulgui sigue yendo de vez en cuando por su casa a tumbarse en la ventana y tomar el sol mañanero, o a tomar la sombra en la escalera por la tarde.
 Y se preocupó mucho cuando un día vio el cartel en la puerta de su casa.
 Nosotros le hemos dicho que no tema nada, porque ahora ya tiene otra casa.Y otra familia.
   Pero que tiene que hacer un gran esfuerzo e intentar relajarse y llevarse bien con nosotros.

   Porque hay ratos en que Pulguerín está majísima. Y se pone juguetona y va detrás de mi y exploramos juntos, como antes, como cuando era mi amiga. Y eso me gusta y me tranquiliza.

 Y es que en estos tiempos en los que vivimos, que hay que etiquetarlo todo, y no hay niño que no sea superdotado, o adulto que no tenga un trastorno de personalidad,
 Pulguerín decicidamente, es una gata bipolar.
Y ya puestos a etiquetar, yo soy un bendito, como dice mi veterinaria.




Espero que cuando nos vayamos a vivir a la casa de la civilización, no sea demasiado duro para todos. Porque Pulgui no conoce aquello, además es una gata que no para, siempre anda trotando y allí, no hay jardín. Renato y yo tenemos una vida muy tranquila y no nos merecemos estar en tensión, ni debemos estarlo; no nos viene bien por nuestra inmunodeficiencia.

Porque como siga así, es posible que sea yo el me vaya a vivir a su ex-casa,
será la única forma de estar tranquilo.

Y me he quedado meditando sobre Renato y yo, sobre Efi, Pulguerín... 
Veo claramente que nosotros, los gatos, somos más tranquilos y panchos.
Ellas, son más volubles, impredecibles y pelín rabiosillas...¿Tendrá algo que ver el cromosoma XX? 
Después de esta reflexión
¡Espero que no se me "tiren" encima las gatas feministas, que bastante tengo ya con Pulguerín!